A medida que se avanza en el conocimiento espiritual, o sea, en el conocimiento de la vida la vida humana se nos muestra bajo aspectos que no eran desconocidos; así es como nos capacitamos para juzgarnos a nosotros mismos con mayor exactitud y, a la par, comprendemos nuestra incapacidad para juzgar a los demás sin equivocarnos.
El conocimiento espiritual nos demuestra que, humanamente, carecemos de elementos de juicio para poder juzgar a los demás, por cuanto las causas que originan los hechos radican no solo en la mente y en el alma de los hombres, que nos es imposible analizar, con la seguridad de no equivocarnos, sino también en hechos, situaciones y sentimientos experimentados en vidas humanas anteriores.
Como ya sabemos, nuestra vida es una y eterna, y para completar las experiencias necesarias al progreso que nuestra vida verdadera debe obtener en este mundo, realizamos en el una sucesión de encarnaciones, o sea numerosas vidas humanas sucesivas.
Por lo tanto, las circunstancias de la presente vida humana están íntimamente relacionados con nuestros pensamientos, sentimientos y hechos de vidas humanas pasadas; del mismo modo, nuestros pensamientos y hechos de la vida presente originaran las circunstancias de nuestras vidas futuras.
De modo que es menester cuidarse permanentemente de no pensar, sentir u obrar en contra de las leyes divinas, que pueden sintetizarse en la ley del AMOR: para ello es necesario practicar el constante análisis de sí mismo.
El análisis de si mismo, practicado a la luz del verdadero conocimiento espiritual, permite al hombre conocerse en su realidad moral y también, esforzarse al máximo para corregir sus defectos y acentuar sus cualidades de bien.
Muchas fallas que se censuran en los demás pasan desapercibidas en si mismos para quien no se analiza o lo hace con perjudicial tolerancia. Por lo general, el hombre es excesivamente severo al juzgar a los demás y excesivamente tolerante al juzgarse a si mismo.
Debemos examinar diariamente todos los hechos que hemos realizado, analizando los sentimientos y pensamientos que nos impulsaron a ellos, a fin de hallar su verdadera causa, y comprobar si nuestra alma, vibraba en amor hacia los demás o vibraba en amor propio, origen de los sentimientos negativos que tanto nos perjudican.
El perfecto análisis de si mismo requiere de nosotros humildad y el sincero deseo de eliminar nuestros efectos morales, ese análisis nunca debe practicarse buscando la excusa que convenza a nuestra conciencia de que circunstancias ajenas a nuestra voluntad, nos obligaron a proceder negativamente.
Nuestro libre albedrío se expresa a través de nuestra voluntad, y solo ella puede permitirnos pensar, sentir u obrar en forma negativa, máxime cuando, mediante el conocimiento espiritual se esta en condiciones de discernir entre lo positivo y lo negativo en nosotros mismos.
Las personas que carecen de conocimiento espiritual viven por lo general cegadas por el amor propio, y ello las incapacita para analizarse debidamente a si mismas, en consecuencia frecuentemente se sienten impulsadas a resentimientos por el trato que reciben de los demás, sin detenerse analizar si ese trato es lógica respuesta a su sentir y proceder.
Debe preocuparnos más analizarnos a nosotros mismos que analizar a los demás, porque casi siempre el trato que recibimos de los otros tiene su causa en nosotros mismos; en nuestros pensamientos en nuestros sentimientos y en nuestras reacciones.
Los pensamientos y sentimientos son vibraciones que pueden ser perfectamente captadas por otras mentes y por otras almas humanas, produciendo en las personas reacciones que podrían ser afectuosas u hostiles hacia nosotros, según sea la “calidad” de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos.
Es necesario hacer del análisis de si mismo un habito en nuestra vida, debemos eliminar todo pensamiento de censura hacia los demás y ser tolerantes y comprensivos con todos, pues, a poco, que nos interesemos por ellos, encontraremos que las reacciones desagradables y otros aspectos de su vida, que suelen molestarnos, casi siempre tienen su origen en intensos dolores o males físicos, o morales y en su incapacidad para resignarse o para reaccionar positivamente ante el dolor, porque carecen de verdadero conocimiento espiritual.
Un ser en tales condiciones es un hermano que necesita ayuda; por lo tanto, debemos tratarlo amorosamente, pensar en el con amor, y procurar que reciba la luz del verdadero conocimiento espiritual, el cual le permitirá comprender que sus dolores y sus males no son injusticias, sino consecuencias de sus propios errores __ “Cometidas en su vida presente o en sus vidas del pasado” __ Y que deberá procurar, mediante el permanente análisis de si mismo, descubrir sus fallas, a fin de corregirlas y poder, así evitarse nuevos males y dolores en el futuro.
Un abrazo y la luz nos guíe siempre.
Angelina Román O
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